La primera vez que escuché el nombre Palcazu
fue cuando visité hace unos años atrás un pequeño pueblo en la selva central,
Villa Rica. En aquel tiempo ofrecí el curso Introducción
a la Biblia como parte del programa de estudios Diploma en Teología del
Seminario. Eran los inicios del año 2000. Hubo alrededor de 30 estudiantes
matriculados que habían llegado de diversos lugares. Pregunté a varios de ellos
cuál era el lugar de procedencia, y no pocos mencionaron Palcazu. Y claro, yo entendí que Palcazu estaba como a una hora de viaje desde Villa Rica, y
felicité el esfuerzo que hacían de participar viajando desde diversos lugares
para tener las clases en el Seminario, con jornadas intensivas de estudio.
Desde hace unos tres años atrás me ha tocado viajar mucho por diversos
lugares de la selva central. Pude llegar hasta zonas distantes, cuyos nombres
me eran familiares, pero nunca había visitado. Recorrí caminos accidentados en
camionetas, autos y algunos buses. Más allá de las pistas de asfalto he viajado
en moto y subí a los botes (peque peque) para surcar el río y llegar a las
comunidades Yaneshas y Asháninkas. El promedio aproximado de tiempo de viaje
fue casi 17 horas en una ruta desde Huancayo. Lo asombroso es que conocí Palcazu hace tres años; tardé como 7
horas de viaje desde Villa Rica. ¡7 horas de viaje desde Villa Rica subido en
camionetas sobre una carretera accidentada!
Solo allí entendí el sacrificio que diversos estudiantes hacían para
recibir los cursos intensivos que realizábamos en Villa Rica, hace casi doce
años atrás. Varios de ellos ni siquiera viajaban en las cabinas de las
camionetas sino colgados en la parte posterior, bien agarrados de los fierros,
soportando el sol, la lluvia y el movimiento permanente del carro sobre el
camino (a esos viajeros y viajeras les llaman “monos”). Viajar detrás de las
camionetas cuesta hasta 60% menos del pasaje.
Esta experiencia es solo una pequeña parte de los procesos de educación
teológica que se vive en esta región del Perú. La preparación para el ministerio
ha trascendido los límites de los internados y programas escolarizados de la
ciudad. De pronto, quienes estamos inmersos en esta tarea, hemos sido testigos
del compromiso y dedicación que tienen cristianos y cristianas de las
comunidades más alejadas, con la preparación ministerial. Este ha sido un
esfuerzo permanente, si acaso indesmayable por desarrollar programas regulares
de estudio superando las distancias geográficas. La “academia” tiene ciertas
demandas a las que no podemos renunciar, pero sí estamos autorizados a recrear lo hasta aquí heredado tomando en
cuenta la necesidad del entorno.
Me toca seguir viajando por estos caminos, más de lo que imaginé alguna
vez. No necesito (tampoco quiero) saber por cuánto tiempo más…por asuntos
pastorales (e iglesia) o educación teológica… pero me encanta ser testigo de
los procesos que alienta el Seminario en la zona sierra y selva central; puedo
dar fe de la movilización permanente de docentes, varones y mujeres, ubicados
en diferentes lugares, articulando núcleos de estudio en diversos lugares…a la
vez movilizando estudiantes ya no solo desde Palcazu, sino desde nuevos lugares,
cuyos nombres saltan a la luz y se hacen conocidos ahora. Las vías están
mejorando con el tiempo, pero las rutas son ahora más extensas. Hay demanda de
preparación ministerial contextual y lo mejor es que se hace de modo
permanente, manteniéndose en el tiempo por períodos determinados, con una
enseñanza sistemática. ¿Por cuánto tiempo será esto? …solo hasta cuando Dios lo
permita. Mientras tanto, el viaje continuará, en el anhelo de que el resultado
sea el cambio y transformación de esta comunidad, con el anuncio/proclamación,
de las Buenas Nuevas del Reino… ¡para ello vivimos!
César Llanco Zavaleta
(Director del Seminario Andino San Pablo de Huancayo, Perú)
(Director del Seminario Andino San Pablo de Huancayo, Perú)